Hace unos días leí el artículo “La Emoción en los Museos”, de EVE Museos e Innovación. Me resultaron interesantes algunas de las preguntas que planteaban:

  • ¿Tienen los juicios estéticos algún valor de verdad objetiva?
  • ¿En qué medida nuestras creencias sobre la mente y el proceso artístico dan forma a nuestras evaluaciones sobre las obras de arte?

Y a partir de preguntas como éstas, el artículo profundiza en las reacciones emocionales que las personas experimentan ante las artes visuales, y cómo dichas reacciones se relacionan con los juicios estéticos y la valoración que se hace de las obras de arte. 

Mi sorpresa fue conocer que existe una enfermedad, el Síndrome de Stendhal, que trata de una fuerte experiencia emocional que  puede padecer una persona al contemplar una obra de arte en particular, y que viene acompañada de síntomas físicos como palpitaciones, mareos, confusión, desmayos y desorientación (Magherini, 2003). Magherini, psiquiatra italiana, dice que no necesariamente se trata de un estado patológico; cualquier persona con mentalidad abierta y con ganas de experimentar emociones fuertes puede sufrir estos síntomas.

Alf Gabrielsson, psicólogo sueco, dice “los hallazgos muestran que las personas comúnmente informan sobre sentimientos de asombro y sorpresa cuando son absorbidos por una obra de arte visual” (Gabrielsson, 2011), emociones que producen una sensación conmovedora. Por otro lado, un estudio realizado por los neurocientíficos Vessel y Rubin y la literaria Starr mostró que los elementos de las artes visuales que conmueven a las personas son profundamente idiosincráticos: lo que resulta conmovedor para una persona no lo es para otra. Además, los hallazgos mostraron que determinadas áreas del cerebro se activan más cuando las personas se sienten muy conmovidas, mientras que otras áreas lo hacen cuando hay una autorreflexión: mirar hacia adentro y pensar en uno mismo (Gusnard, Taichle, 2001).

El artículo también compara la intensidad de las emociones que se sienten frente a una pieza musical y una obra de arte visual. Investigaciones señalan  que una pintura puede evocar menos niveles de emociones específicas, como la tristeza o la alegría, que la música. Eso puede deberse a que en un museo se suele estar con otras personas alrededor,  que conversan y producen distracción; de este modo se pierde el contacto íntimo con la obra, debilitando la intensidad de la experiencia emocional con la misma. Sin embargo, escuchar música con otros puede intensificar las respuestas emocionales y, aún más, cuando invita a moverse, algo que no suele suceder con las artes visuales.

Mi experiencia como facilitadora de experiencias entre las personas y las artes visuales me demuestra que las emociones que se producen pueden ser muy intensas, aún más de lo que señala el artículo.  Solo hay que provocar oportunidades para que las personas conecten con las obras de arte de una manera íntima, ofreciéndoles la posibilidad de sumergirse en ellas mediante una batería de preguntas que les van haciendo reflexionar de una manera profunda, sentir y crear, más allá de del contenido histórico-artístico de las mismas.